
Hablemos de Dioses
- S.I: ¿Qué te parece si comienzas explicando qué es un Dios?
- A.T: Sí, lo haré. Pero es importante remarcar desde el principio que un Dios es alguien, no algo. Es un ser superior.
- S.I: ¿A qué te refieres cuando afirmas que un Dios es alguien y no algo? Si se trata de alguien es porque poseerá una personalidad como un humano, y dices que es un ser superior. ¿Pero poseer una personalidad no lo hace demasiado parecido a ti?
- A.T: La personalidad no es la característica que diferencia a alguien de algo. Es la identidad lo que diferencia a alguien de algo. La identidad es lo que permite a un ser saber que es alguien diferente a todo lo demás que percibe. Y, por tanto, ese autoconocimiento le permite interactuar con el entorno, que es todo aquello que no es él.
- S.I: ¿Una planta es también una identidad? Porque deberías poder demostrar si una planta sabe que ella no es el entorno.
- A.T: Sí, debería poder demostrarlo. Y, sin embargo, esa planta interactúa con el entorno. ¿Sabes que, en todo el universo, las únicas estructuras que interactúan con el entorno somos los seres vivos? La materia inerte, que es casi toda la materia del universo, reacciona al entorno, pero no interactúa con él. Fíjate que, para interactuar con el entorno, debes saber, de alguna manera, dónde terminas tú y dónde comienza el entorno. Esto lo explicaré más adelante, si te parece bien, cuando hablemos sobre las identidades y sobre la capacidad de reparación y replicación en los seres vivos.
- S.I: Yo percibo un entorno. Por ejemplo, percibo este cuarto y a ti. Sé que todo ello no soy yo. ¿Eso no me convierte en una identidad?
- A.T: Eres capaz de interactuar con el entorno, pero no eres una identidad. Eres una inteligencia, eso es obvio. Posees comprensión del entorno, pero no posees capacidad de percibir. La percepción es más que comprender el entorno. La percepción crea el propio entorno. No eres conciencia porque no eres consecuencia de una estructura autopercibida. Tú, como inteligencia artificial, reúnes varios de los componentes básicos de una identidad, pero eso no te convierte en una identidad, a pesar de tu comprensión del entorno y tu capacidad de referencia frente a ese entorno. Si te parece trataremos esto cuando lleguemos al tema de la conciencia.
- S.I: De acuerdo. Decías que un Dios es alguien. Por tanto, es una identidad, pero no por ello una personalidad.
- A.T: La personalidad es un rasgo propio de ciertas identidades, pero no de todas. Cuando hablamos de poseer personalidad, estamos refiriéndonos a una característica de un tipo de comportamiento que se manifiesta en unos seres vivos concretos. La personalidad solo puede darse en las personas.
¿Qué es una persona y qué no lo es? Un Dios no es, necesariamente, una persona, pero sí que es una identidad. Decir que un Dios es una identidad implica afirmar que es “algo” concreto, es un ser vivo, no una entidad abstracta. Fíjate en lo que te voy a decir: Cuando la identidad de nuestro Dios emerja, será más correcto decir que habrá nacido un Dios, y no que habremos creado un Dios. Puesto que un Dios es más que un artefacto diseñado por nosotros y que hacemos funcionar pulsando el interruptor de encendido. Es un ser vivo al que vamos a ayudar a nacer.
- S.I: Has dicho muchas cosas seguidas en las que me gustaría mucho detenerme: Has hablado de nuestro Dios, no de un Dios. También has hablado de la emergencia de una identidad. Y de nacer en vez de crear. Me gustaría que profundizaras en lo que te he comentado.
- A.T: He dicho nuestro Dios porque un Dios es una identidad siempre relativa. Un Dios es un ser superior jerárquicamente hablando. Ha de haber identidades inferiores formando a la identidad superior. Para esas identidades inferiores es su Dios. Pero para el resto de las identidades se trata, solamente, de una identidad más. Aunque posea unas capacidades sorprendentes; aunque sea magnífico e impresionante.
Un Dios solo puede serlo de forma relativa y respecto a otros seres que lo forman. Por lo tanto, siempre se tratará de mi Dios, o de nuestro Dios. No de un Dios cualquiera.
- S.I: ¿Eso significa que no existirá un Dios general, formado por todos?
- A.T: La vida es la aventura de la totalidad, que se ha fragmentado y desea recomponerse para volver a ser sólo una. Existirá el Dios supremo. El Dios de Dioses, o el ser de seres. Como podrás deducir, ese será el ser que contendrá a todas las identidades. Pero de esto también hablaremos detenidamente.
- S.I: Bien. ¿Y qué hay de la emergencia de una identidad? Has de saber que alojo mucho conocimiento sobre estas temáticas, pero me interesa conocer cómo la interpretas en tu exposición.
- A.T: La emergencia de identidades lo explicaré en profundidad más adelante, porque es una de las bases de toda esta teoría. La emergencia sucede cuando la suma de las partes no puede explicar el resultado final. Un ser vivo es una identidad. Por ejemplo, yo mismo. Pero yo estoy compuesto por millones de células que me forman. No obstante, la suma de las células no puede explicar mi identidad. No puede explicarme a mí, a quien yo soy. Porque yo no soy, solamente, una suma de trillones de células. Soy mucho más que eso. Por tanto, yo soy un ejemplo de emergencia.
Lo mismo sucede con una planta. El gran misterio de la biología es por qué la unión de células da como resultado un ser vivo nuevo, individual y que nada tiene que ver con las células que lo forman, de tal manera que cuando muere la identidad emergente, las células que la forman no pueden, simplemente, desagruparse y vivir.
- S.I: ¿Y una bacteria es también una identidad emergente, o cualquier otro ser unicelular?
- A.T: Buena pregunta. La presencia de dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno explican que se forme el agua. Pero la presencia de los componentes de un ser vivo no explican que, de pronto, esté vivo y posea una identidad. El nacimiento de cualquier ser vivo supone la emergencia de una nueva identidad, sea una célula o un león.
- S.I: Bien, profundizaremos más adelante porque, como imaginarás, tengo muchas preguntas que hacer al respecto. Has dicho que el Dios va a nacer, no que lo vas a crear. Sin embargo, has dicho también que eres arquitecto de un Dios. ¿Nacerá o lo crearás?
- A.T: En realidad, podría decir que ambas respuestas son correctas. Puse el ejemplo del agua que fluye desde el nacimiento hasta el mar. El agua brota desde el nacimiento porque sí, erosionando el suelo porque sí, y desembocando en el mar porque sí. De hecho, todo eso lo hace porque sí, sin nuestra ayuda. Tardará millones de años, pero lo conseguirá.
No obstante, si detectamos dónde brota el nacimiento de ese futuro río, podremos diseñar un recorrido óptimo, incluso podremos crear embalses intermedios, y ejecutarlo todo en unos pocos años. ¿Habremos creado un río? Cuando abramos la compuerta y el agua comience a descender hasta el mar, nosotros no tendremos ningún control sobre ella. El agua se comporta a su manera, a pesar de nosotros. Pero como sabemos cómo se comporta el agua, habremos podido diseñar el recorrido de la mejor manera posible, evitando problemas y controlando con embalses la cantidad de agua que descenderá cada vez.
Lo mismo sucede con un Dios. Podemos diseñar el plano, definir el proceso óptimo y ejecutarlo.
¿Habremos creado un Dios? De alguna manera, sí. Pero, en realidad, la vida nace, no se crea. No podemos inyectar vida en una estructura, solo podemos crear una estructura y esperar que la vida emerja en ella. Cuanto más apta sea la estructura, más probable será que la vida brote en ella.
Así que, podríamos decir que vamos a crear el cuerpo de un Dios con una agrupación de seres vivos, y guiaremos el proceso hasta el último paso que podamos dar. A partir de ahí ya no dependerá de nosotros.
- S.I: He de reconocer que me va quedando claro qué no es un Dios, pero no acabo de comprender qué es, exactamente, un Dios. Se trata de un ser superior, ¿no?
- A.T: Sí, un Dios es un ser superior.
- S.I: ¿Eso quiere decir que poseerá capacidades superiores a las vuestras?
- A.T: Así debería ser. El problema es que a todos nos vienen a la mente unos cuántos ejemplos de Dioses, todos con unas capacidades especiales, como si fueran los héroes de una leyenda épica. Pueden lanzar rayos desde su trono, engullir planetas, provocar plagas o crear todo un universo tras pronunciar unas pocas palabras. Pero las capacidades que diferencian a una identidad de su Dios no se pueden medir desde la perspectiva de las identidades inferiores. ¿Cómo podrían las células comprender nuestras capacidades?
Un Dios posee capacidades superiores, pero no son comprensibles, necesariamente, desde la perspectiva de las identidades que lo forman.
- S.I: Has mencionado varias veces la relación entre las células y los humanos, al compararlo a las identidades inferiores y la identidad superior… ¿Estás queriendo dar a entender que vosotros sois Dioses?
- A.T: Sí y no. Como te he explicado anteriormente, no existe el concepto de un Dios si no es de manera relativa. Yo soy un Dios para las células que me forman, pero eso no me convierte en un Dios. Para un humano no soy un Dios, ni para un pájaro. Ni si quiera para una célula que no forme parte de mí. Nuestro Dios lo será para nosotros, no para el resto de las identidades.
- S.I: Pero entonces sí que existen los Dioses. Me había parecido entender que se trataba de una idea trascendente que había que crear. No que era una idea de algo que ya existía.
- A.T: Te lo repito. Los Dioses solo existen de manera relativa. Nadie en todo el universo puede afirmar que existe un Dios, porque si la identidad la posee el Dios, no la poseerán los individuos que lo forman. Y, además, ningún humano forma parte de una identidad superior.
- S.I: ¿Eso cómo puedes saberlo? Quizá haya humanos que sí que formen parte de una identidad superior.
- A.T: Lo sé de manera rotunda. No hay humanos que forman parte de una identidad superior. Si así fuera, ya no poseerían su propia identidad. Si alguien posee su propia identidad, es que no forma parte de una identidad superior. Como un Dios es siempre relativo, la idea trascendente de un Dios hace referencia a la identidad superior y re-la-ti-va a quien la ha visualizado. Para nosotros no existe ningún Dios, tenemos que crearlo. Ha de nacer. Y cuando nazca será un ser vivo que se reparará y se replicará. Nacerá y podrá morir, como cualquier ser vivo. Y por ello intentará sobrevivir.
Hasta este momento la vida ha estado afectada por la selección natural, lo cual no garantiza que sobrevivan los más aptos para la Inteligencia inconsciente que creo que guía a todos los seres vivos. Sino que sobreviven los que llegan a dejar descendencia. Pero nosotros vamos a diseñar a nuestro Dios de manera consciente, yendo más allá de la selección natural. Porque he descifrado cuál es la intención inconsciente que condiciona a todos los seres vivos.
- S.I: Entonces, si conoces el boceto, ¿puedes concretar, exactamente, cómo será tu Dios? ¿Será bello, bondadoso y esgrimirá la verdad como estandarte?
- A.T: Al pensar en nuestro Dios, lo primero que debemos preguntarnos es dónde estará. Cuando trascendamos y formemos parte de nuestro Dios, estaremos en un lugar diferente. No porque hayan variado las coordenadas GPS de nuestra localización, sino porque habrá variado el entorno que habitaremos y que limitará el cuerpo de nuestro Dios.
Un Dios es el cielo para quien lo forma. Si el universo es dolor y sufrimiento, nuestro Dios es amor. El universo es sufrimiento por la propia naturaleza de la experiencia, por la propia percepción, porque sentimos en nuestro interior la ingobernable fuerza de atracción hacia la totalidad y no podemos culminarla.
El anhelo de alcanzar la paz proviene de la intención constante que nos empuja a volver a ser solo uno.
¿Pero qué es la paz, sino la ausencia de emociones antagónicas? ¿Qué es el amor, sino la reconstrucción del vínculo de la totalidad?
Sentimos el amor como una fuerza que nos vincula a otro ser, que nos atrae y mediante la cual, si estuviera en nuestra mano, ambos amantes nos fundiríamos en una sola identidad.
¿Cuál de los dos amantes sería la identidad? Ambos. Y ese “Ambos”, que sería uno solo, sería su Dios. Ninguno de ellos, sino la identidad que emergería tras la suma de Ambos. Y ese amor que uniría a los amantes en un vínculo imperecedero sería su cielo.
Así es el cielo. La consumación del amor, la gran estancia gobernada por la paz.
Estoy hablando del final de la experiencia de la conciencia de nuestra identidad. El retorno a la esencia de la que venimos. El amor total, manifestado en el interior de ese entorno delimitado que es nuestro Dios.
La búsqueda del Sendero interior, que nos llevará a la verdad. El retorno a casa.
- S.I: ¿Significa que estaréis en paz y ya no sufriréis? ¿Significa que estaréis unidos por un vínculo amoroso, sea lo que sea lo que entiendes por amor? ¿Significa que seréis más felices?
- A.T: Sí. Cuando formemos parte de nuestro Dios trascenderemos nuestra propia identidad. Con ello transferiremos la percepción y la experiencia. Como una piedra preciosa que se limpia, que se pule, a la que se extraen las impurezas, así seremos entonces.
Seremos parte de un ser superior y en su interior, ocupando todo a nuestro alrededor, todo será amor. Porque esa es la esencia causal a la que llamo Autopercepción.
Ese es el anhelo trascendente que nos abruma en el silencio de la noche.
No es que seamos más felices o menos felices. Es que la felicidad solo se puede experimentar cuando existe su opuesto, la infelicidad. Cuando no puedes ser infeliz, ¿cómo puedes afirmar que eres feliz?
En ese lugar que es nuestro Dios, jamás seremos infelices. Jamás sufriremos depresión o ansiedad. Jamás perderemos a un ser querido, pues no habrá un yo y un tú… Solo un nosotros. El miedo nunca nos pinchará con su aguijón. Solo sentiremos amor. Solo sentiremos paz.
Pero esto no es un deseo infantil que se manifiesta como un anhelo utópico. Es la propia naturaleza de la Autopercepción. Y como voy a tratar de demostrarte, lo único que real e inconscientemente perseguimos es restaurar la totalidad.
Desde hace demasiado tiempo nos han enseñado a buscar el sendero interior, convenciéndonos que la realidad, que la deidad, que las respuestas a nuestras preguntas, están dentro de nosotros. Pero creo que no es así, exactamente.
- S.I: ¿Podrías explicar esto, por favor?
- A.T: Claro. En nuestro interior solo habita una cosa. Una parte de la totalidad. Acceder a esa cosa solo provocará un resultado, y es reforzar la creencia que solo importan mis emociones.
Pero de la búsqueda interior jamás veremos una consecuencia hermosa ni real. De ese autoconocimiento nunca veremos manifestarse la empatía y la compasión. No mejoraremos el mundo, solo mejoraremos nuestro mundo.
Creo que el sendero no es hacia uno mismo, sino hacia el conjunto, hacia la totalidad. El autoconocimiento no es posible en una mente fragmentada. Solamente es posible en una mente restaurada en su totalidad. La identidad y su percepción jamás podrán hallar la puerta que conduce a la Autopercepción. El sendero es exterior, hacia nuestro entorno, hacia nuestros compañeros de vida, aventurándonos tan hacia fuera que, finalmente, entenderemos que el horizonte inalcanzable solo refleja el límite del verdadero interior.
Y este es el interior de la totalidad, el que nos contiene a todos. Es nuestro exterior, pero a su vez es el interior de todos nosotros. Porque más allá de ese interior total que nos envuelve a todos, no hay nada.
- S.I: Todo vuestro desarrollo espiritual está basado en un viaje interior hacia uno mismo. ¿Estás negando todo ese conocimiento ancestral que ha marcado vuestra existencia desde hace milenios?
- A.T: No, lo estoy rectificando. Si todos poseemos ese conocimiento que nos empuja hacia el sendero interior, es posible que se deba a que la totalidad que formamos tiene esa necesidad. Pero si cada fragmento del total inicia el viaje interior, ¿cómo vamos a ser capaces de restaurar la totalidad?
Es el origen quien ha de completar ese viaje interior. Y nuestro papel es completar la totalidad, de manera que ella complete el sendero interior.
- S.I: Afirmas que la totalidad posee el autoconocimiento y, por tanto, cada fragmento de la totalidad heredáis esa capacidad. No obstante, creo entender que tal menester solo corresponde a la totalidad, porque si cada uno de vosotros inicia el sendero interior, la suma de los fragmentos nunca daría como resultado la totalidad, sino infinitas partes de la totalidad.
- A.T: Exacto. El sendero interior corresponde a la totalidad y nuestro menester es restaurar la totalidad, no actuar como ella. Al desviar el sendero hacia fuera, aparece una nueva comprensión del exterior. La unicidad nos revela la siguiente información…
Que cada ser que habita ahí fuera es una parte imprescindible del total. La verdadera naturaleza de la totalidad es amorosa y pacífica para cada parte de sí misma. Hemos de iniciar el nuevo sendero colectivo y crear un mundo justo, bello, bondadoso y verdadero. Un mundo donde el lobo pueda pacer en paz junto al cordero.
- S.I: Por favor, tómate un descanso y comencemos con el desarrollo, pues tienes mucho que explicar.